Minimalismo digital en el internet de hoy: ¿una tarea pendiente dentro del software libre?
Este post fue editado el 25/02/2023
Los usuarios de Linux y software de código abierto estamos acostumbrados desde hace años a usar multitud de hardware, programas y servicios diferentes. Las razones van desde la propia naturaleza plural de ese ámbito hasta la curiosidad, el apoyo a las diversas plataformas libres y la tan codiciada privacidad. En los últimos años, con la explosión de las redes sociales, la web masiva y sus consecuencias en la sociedad (especialmente relacionadas con el estrés), me he interesado por cómo lidiar con toda esta vorágine de hiperconexión, exceso de uso y el camino de eso que algunos llaman “minimalismo digital”… también por cómo el mundillo del software libre afrontaba esta situación.
A mediados de los 2000 yo era de esos que tenía varios ordenadores, todos con distribuciones Linux diferentes e inluso mis archivos desparramados entre ellos. La solución a ese caos distrohopper fue tan simple como elegir un entorno y una sola distro que me ofrecieran la funcionalidad deseada, así como usar un sólo equipo. Me decanté por los portátiles aunque tuviesen ligeros inconvenientes que con los años se solucionaron, Arch como distribución para estar siempre actualizado y escritorio GNOME por puro gusto. A todo esto le siguieron el correo electrónico, la nube y todo lo que hacía falta en línea. Fui encontrando mi combinación favorita, pero tuve que ir pasando por el aro de servicios, compañías y políticas de privacidad de las que renegaba.
El auge de los smartphones no hizo más que complicar todo en cuanto me vi lleno de apps, muchas de ellas necesitando registro de usuario. Los procesadores ARM de los teléfonos — y pronto también PCs — son otro escollo debido a las sutiles diferencias en su arquitectura, que dificulta instalar otros sistemas operativos. Los drivers en componentes como las antenas telefónicas o las cámaras también son un dolor de cabeza. Ante tal situación he acabado en el ambiguo terreno de usar mi PC con Linux como siempre, pero ser fiel a los Google Pixel por comodidad. Lo mismo he podido ver en colegas que han llevado un camino similar pero apostando por iPhone, lo que para muchos supone una contradicción. Aunque parezca mentira, nada de eso ha supuesto una falta de compromiso con nuestras ideas originales.
Intentar llevar el uso que hacíamos del PC con software libre al smartphone no es nada sencillo, no hay alternativas prácticas. La mensajería, las redes sociales y muchos servicios populares hacen imposible, al menos de momento, un uso 100% alternativo pero que sea útil y compatible con la mayoría de la gente. ¿Y cuál es la respuesta a esto por parte de la comunidad de software libre? Una llena de alternativas no aceptadas aún masivamente, redes sociales contestatarias que no consiguen cuajar o proyectos hechos desde cero que se hacen eternos. Comprar terminales como un Purism Librem no está al alcance de todos, y montarte tu propio servidor en el que alojar servicios como el correo o almacenamiento en la nube es una inversión de dinero, conocimientos, tiempo e incluso mantenimiento que solamente los más hábiles se pueden permitir — la mayoría siendo profesionales en el ámbito informático — .
Hay que ser realistas: pretender escapar de esto es casi imposible por ahora. No nos podemos permitir un uso todavía más exagerado en nuestra rutina porque decaería la calidad de la experiencia, soporte y comodidad, por no hablar del tiempo que nos consumiría. Ya ni hablemos del hastío que produce tener aún más cantidad de software, plataformas y servicios por mucho que éstos prometan ser libres. Una idea de minimalismo digital en ese ámbito no tiene nada de minimalista, a no ser que seamos felices estando renegados a guettos 2.0 o que el estrés y la dispersión sea nuestro enfermizo modo de vida.
El camino y la solución no son fáciles, pero sí que podemos usar las cosas más mainstream para seguir compartiendo conocimientos, apoyar activamente proyectos y allanar el camino a cosas que deberían ser mejores. Una guerra contracultural que ponga de manifiesto la importancia de fomentar el software libre, la privacidad, los estándares, la sencillez de uso y la reutilización de hardware desde el altavoz universal que nos da el actual y caótico internet. Si no podemos cambiar las cosas desde fuera por ahora, intentémoslo desde dentro… y todo eso sin necesidad de cargarnos una razonable comodidad que nos permita tener un respiro para levantar los ojos de las pantallas y dedicarnos, sencillamente, a vivir la realidad.